Creí que
eras mi ángel, creí que podía llamarte con el suave tintinear de mis lágrimas.
Nunca me
sentía sola porque creía que te tenía, pero ese día, ese día todo se esfumó;
tus alas se
cayeron y la corona que inventé en sobre tus cabellos rizados desapareció.
Creí que tus
delgadas manos recorrerían por siempre la superficie de mis polvorientos muebles.
Nunca pensé
que limpiaría, me gustaba ver la marca de tus dedos interrumpiendo el polvo;
el polvo y
tus dedos, tu huella y mi alma, mi alma llena de polvo interrumpida por tu
tacto.
Creí que iba
a seguirte hasta el último de mis días, pero ni si quiera alcancé a partir.
Nunca
imaginé que me rendiría tan fácil, ni que tú me dejarías a la deriva;
me
necesitaste y no te seguí, te necesité y me dejaste partir.
El teatro
absurdo, sin sentido, erróneo, lo conocí contigo y tu tacto lleno de polvo.